sábado, 16 de febrero de 2008


Karma-Koma.
Se descubrieron hace relativamente poco en alguna región del Chad, donde nacen todas las enfermedades. Parece ser, según lo que entendí por mi amigo Luís, que se trataba de una variedad de insecto desconocida en la contemporaneidad que atacaba de forma singular y con una gran agresividad al ser humano.
-¡Fué terrible!- me dijo en una ocasión. Al parecer, el insecto apareció por primera vez en una niña chadiana que había sido forzada por un león sin dientes y con lengua de fuego mientras jugaba a la pelota. El insecto viajó dentro de la joven varias semanas incubándose, primero en la boca y luego en el estómago causándole sudores fríos y fiebres altas.
Poco a poco, el insecto evolucionaba dentro de ella y la pequeña parecía más cansada y lenta, los sentidos se le atrofiaban y sufrían grandes anomalias; tanto que un día no oía los gritos de Steven Tyler y otro se arañaba la cara por el rumor del viento en los árboles. Los ojos, según me dijo mi amigo Luís porque yo no la ví, se le vovieron como de cristal opáco y la piel se le fué secando hasta acartonarse, mientras la crisálida se desarrollaba en ella, sorbiéndola.
Luís procuró llevarla a todos los médicos de los alrededores con el fin de encontrar su mal, pero estos tan solo eran capaces de admitir, después de días de ingreso, su absoluta ignorancia acerca del problema, y de recetar cualquier estupidez para calamar a los padres.
En sus últimos días, por lo que me dijo Luís, la pobre niña padeció altísimas fiebres y se le cayó casi todo el pelo. Además la crisálida atacaba a su sistema inmunológico, permitiendo la entrada de otros insectos diabólicos como ella y le provocaba insoportables dolores; pero en lo más triste de la historia, la niña no lloraba porque sus ojos eran de cristal, ni tampoco gritaba porque la piel se le agrietaba.
Finalmente en el último día, cuando todos rodeaban la cama, cerrando los ojos con fuerza y escuchando los jadeos ahogados que cada vez se entrecortaban más y más, Luís me dijo que pudo entreabrir los suyos para contemplar a la pobre niña por última vez; según me contó, en medio de la penumbra de la habitación y sorteando sus enredadas pestañas por el lloro, vió como de la boca de la niña se escapaba algo así como una luciérnaga diminuta (dijo que no tenía dientes y que su lengua era de fuego).
Ahora relativamente poco después la Karma-Koma, se ha extendido por todas partes y la gente ya no habla porque se le quiebra la piel, ni tampoco llora porque los ojos se les han vuelto cristal.

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