jueves, 21 de febrero de 2008

Lo golpeaban todos los días…
Lo agarraban por los ojos,
y lo arrastraban por el suelo.

…La habitación iluminada,
por una luciérnaga posada
en los barrotes de la prisión de paja…


Siempre se los vendaban;
el primero con dolor,
el segundo con lágrimas de ira.

…y una pequeña puerta de papel,
sostenía clavado con una aguja de oro,
un diminuto espejo vidriado…

Después lo desnudaban,
lo ataban con alambres
y lo flagelaban con una lengua de fuego.

…el espejo no paraba de llorar;
de llorar gotas de sangre,
prisioneras en perlas de cristal…

Una vez un legionario,
olvidó en la jaula la fusta
y entre las vendas negras un ojo la vio.

…perlas transparentes,
que se deshacían en el aire
liberando sus aguas turbias…

Cuando la tuvo en su poder,
sujetándola con fuerza,
se torturó con terror hasta la muerte.

…que morían contra el suelo.
Hasta que la luciérnaga marchaba,
la aguja partía y el ojo en el espejo
rompía en mil pedazos…

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